jueves, 17 de febrero de 2011

Presentación



¿Qué es Cultura del Agua?

 El término cultura alude al patrimonio común de un pueblo, con características únicas en su manifestación. Ese patrimonio común,  estable en algunos  tiempos y lugares, es a la vez permanentemente dinámico. Condiciona la vida particular, pero en la medida que cada uno aporta o puede aportar a partir de su esencial  libertad,  la cultura es condicionada por los miembros de la comunidad. Esto es esencial: la cultura es organizadora de hábitos,  pautas,  habilidades  de  los  individuos  pero  es  al  mismo  tiempo, organizada  y  reorganizada  por  los  individuos.  Llamamos  cultura,  entonces,  a los modos o  formas de ser (pensar - sentir - decir - obrar), de hacer, de vivir de los pueblos.

            Hemos definido la cultura de agua (o cultura hídrica, indistintamente), como el conjunto de creencias, conductas y estrategias comunitarias para el uso del agua que puede ‘ser leída’ en las normas, formas organizativas, conocimientos, prácticas y objetos materiales que la comunidad se da o acepta tener; en el tipo de relación entre las organizaciones sociales que tienen el  poder y en los procesos políticos que se concretan en relación con el aprovechamiento, uso y protección del agua.  La matriz cultural (que no es una sola sino que se diversifica por las características de cada grupo humano)  predispone al sujeto para percibir-clasificar  el mundo de una determinada manera.

            Destacamos que la cultura hídrica es siempre un concepto de grupo, resultado de las percepciones socioculturales y los valores que circulan entre y atraviesan a los sujetos. La cultura hídrica es la acumulación de experiencias en  una  memoria  social  poseída por todos. Avanza  en  niveles  concretos  de comprensión de la realidad y de elaboración conceptual que permite el refuerzo de actitudes individuales y colectivas para enfrentar los desafíos de la realidad.

            Dado que el agua es vida (podemos decir, "no hay vida sin agua") la existencia de todo grupo humano o sociedad  está  hablando  de  la  existencia  de  una cultura  hídrica  determinada. Al  ser  un  elemento  vital,  involucra  a  todos  los miembros  del  grupo  o  sociedad,  y  su  uso  es  el  resultado  de  experiencias seleccionadas  social e históricamente,  lo que  implica, además,  la  transmisión de conocimientos. No hay sociedad  ni grupo social sin un nivel o grado de cultura hídrica. Decir que se necesita enseñar una cultura hídrica equivale a ignorar que cada comunidad tiene una, más o menos perfectible. Es más, si se desea  cambiar  una  cultura  hídrica  por  otra,  es  necesario  reestructurar  los modos de percibir, de creer, de conocer, de organizarse, de vivir y de proyectar un  futuro  común. Esta  idea  implica  un  impacto  que  va mucho más  allá  del manejo  del  agua  en  una  comunidad:  impacta  en  toda  la  cultura,  implica transformar los modos de pensar, sentir, actuar y desarrollarse.

            Cada sociedad y cada grupo social tienen su propia y única cultura hídrica. En América Latina, aquella que  fuera producida por nuestros pueblos autóctonos pre  y  post-colombinos  y  la  producida  en  la  actualidad  por  las  comunidades campesinas  se  mezclan  con  otras  formas  de  usos  del  agua.  Todas  tienen idéntica  capacidad  para  aportar  al  conjunto,  algún  conocimiento  sobre  su manejo.

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